Alejandro Alvarado
En La reina del cine Roma (Premio Lipp
2012), novela de Alejandro Reyes, se aborda la temática de los niños de
la calle en Salvador Bahía, Brasil, donde el escritor mexicano vivió
durante nueve años. En ese tiempo tuvo contacto y se ganó la confianza
de muchos niños de la calle que le contaron su vida. Y ahora nos
describe las situaciones extremas que viven, condiciones desgarradoras
de sufrimiento cotidiano, difíciles de digerir por estar encarnadas en
seres que comienzan apenas a vivir y no tienen alternativas ni salidas a
su viacrucis. La historia de la novela pone sobre la mesa una forma
diferente de percibir a estos párvulos contraria al concepto negativo
que muchas personas se han formado de ellos. En esta charla relata la
experiencia.
—Casi en cada página de mi novela, La
reina del cine Roma (Random House Mondadori) hay pedacitos de alguna
historia real. Pero no es que estas historias estén transcritas. No hay
una que entra tal cual en el libro, sino que de todas ellas hay
pedacitos que componen personajes y momentos en el tiempo. Como ejemplo
puedo contarte de mi amistad con un niño a quien traté aproximadamente
un año, dejé de verlo durante otro año y cuando volví a encontrarlo ya
no me reconocía: era una calavera humana buscando forma de conseguir
algún dinero para el crack. Un pasaje lo compongo con su historia y con
el de una niña que está devastada por el crack y llega a ofrecerme
dinero por cinco reales, también en esa desesperación por conseguir
dinero.
—Salvador Bahía es la primera capital del país, de una herencia
esclavista muy fuerte, región de caña de azúcar y después de tabaco.
Seguramente el punto de mayor importación de esclavos en Brasil y uno de
los de mayor en el Continente. Es una ciudad culturalmente fascinante,
pero también abismalmente desigual. Hay muchos niños en la calle. Niños
que proliferaron a finales de los noventa y la primera mitad del 2000.
Ahora, quizá, se vean menos, pero eso no es necesariamente positivo, es
porque el narco ha creado una fuente de empleo alternativa. Desde que
llegué a Salvador Bahía comencé a relacionarme con estos chavos, no como
investigador sino simplemente porque me encantaba platicar con ellos.
Llegó un momento en que conocí a todos los niños que pululaban en el
Centro Historico.
—¿Cómo puedes retratar a estos niños de la calle?
—Son pequeños maestros, sin duda. Pienso que muchas veces uno tiene problemas y parecemos ahogarnos en un vaso de agua, y sí, pueden ser cosas duras, por supuesto, pero al ver a estos chavos inmersos en tanto dolor, padeciendo tanto horror…, pues te impresiona ver que algunos de ellos resisten y, de alguna manera, logran salir adelante. Aunque lamentablemente la mayoría se cae. Lo más difícil para ellos es mantenerse siendo ser humano, porque para los que están alrededor no son seres humanos sino basura.
—Y así se enfrentan a toda la sociedad…
—Cuando andaba en las calles de Salvador Bahía me encontré a un chavo como de catorce años, deformado y quejándose notoriamente de un dolor, me dijo que unos muchachos habían pasado en un coche y por divertirse lo habían quemado. Además de esas situaciones de violencia extrema destacan las violaciones a las niñas, la brutalidad con que se les trata. Se les considera cosas para ser usadas por cualquiera, sobre todo por la policía. Pero lo cotidiano es que pasa una pareja cualquiera y el niño es como un pedazo de mierda en la calle al que hay que darle la vuelta porque ensucia. Pese a esto ellos tienen el coraje para seguir luchando.
—La familia de estos niños también es una causa del empujón a la calle, ¿no?
—Para muestra imagina a una niña de cinco años que se te acerca y le
preguntas la razón por la que vive en la calle, y ella responde: “porque
me harté de que mi papá me esté violando todos los días”. ¡Que a los
cinco años haya tomado esa decisión de vida es impresionante! Sin
embargo, cuando convives con los niños de la calle encuentras en ellos
una humanidad tan profunda, precisamente, por su edad. Es una humanidad
bien cruda. En la vida de estos chavos puede recogerse un gran bagaje
que enriquezca nuestras explicaciones sobre la naturaleza humana, sobre
qué es el ser humano; porque entre ellos abunda la solidaridad y el
amor, sentimientos tan profundos y al mismo tiempo contradictorios, un
ínfimo detalle que no les gusta los cambia por completo y los llena de
odio, los convierte en seres violentos que buscan la destrucción y la
muerte. El sexo lo viven precozmente; para ellos es una cosa cotidiana
que puede surgir en un acto de violencia, como consecuencia de una
violación o manifestarse en una escena de dos niños brindándose ternura y
cuidados mediante el acto sexual. Son conceptos que nos rompen los
esquemas, pero nos ponen en contacto con aspectos del ser humano
esenciales y profundos.
—Tu novela está escrita en caló brasileño, un lenguaje popular, un tanto ajeno a los mexicanos.
—Todos los lenguajes populares tienen una poética peculiar. Son otra
onda, otro cantar. A mí, especialmente, el caló brasileño, en particular
el bahiano; el bahiano inclusive en Brasil tenía una reputación de ser
lento, lento… este cantar del caló de las calles es poético, muy
especial. Es seguro que cualquier realidad y lenguaje con que se expresa
esta realidad son indisociables. Si tú tratas de hablar de tal realidad
con otro lenguaje estas distanciándote demasiado y no puedes acercarte
de otra manera. John Berger dice: “para poder ver al otro tal como es
necesitas tú ponerte en el lugar del otro y despojarte de tu bagaje
cultural”. Claro, esto es algo que no puede hacerse pero es una
aspiración y para eso necesitas adoptar el lenguaje del otro. De por sí a
mí me encanta el portugués. Escribí el primer capítulo de la novela
unas diez veces, diferentes narradores, diferentes voces, diferentes
etcéteras, y uno de los experimentos fue éste, y me gustó tanto que
decidí continuar con la novela así porque sentí que era lo que le daba
sabor. Me pasaba un montón de tiempo caminando por las calles, buscando
frases, cada que escuchaba una frase maravillosa la apuntaba en mi
cuaderno mental e iba construyendo este lenguaje. Se escribe en
portugués y luego como se señala en la introducción del libro se cuenta
cómo lo hace uno para traducirlo al español.