27 de abril de 2013

El canto de niños de la calle

Revista Siempre!

Alejandro Alvarado

En La reina del cine Roma (Premio Lipp 2012), novela de Alejandro Reyes, se aborda la temática de los niños de la calle en Salvador Bahía, Brasil, donde el escritor mexicano vivió durante nueve años. En ese tiempo tuvo contacto y se ganó la confianza de muchos niños de la calle que le contaron su vida. Y ahora nos describe las situaciones extremas que viven, condiciones desgarradoras de sufrimiento cotidiano, difíciles de digerir por estar encarnadas en seres que comienzan apenas a vivir y no tienen alternativas ni salidas a su viacrucis. La historia de la novela pone sobre la mesa una forma diferente de percibir a estos párvulos contraria al concepto negativo que muchas personas se han formado de ellos. En esta charla relata la experiencia.

—Casi en cada página de mi novela, La reina del cine Roma (Random House Mondadori) hay pedacitos de alguna historia real. Pero no es que estas historias estén transcritas. No hay una que entra tal cual en el libro, sino que de todas ellas hay pedacitos que componen personajes y momentos en el tiempo. Como ejemplo puedo contarte de mi amistad con un niño a quien traté aproximadamente un año, dejé de verlo durante otro año y cuando volví a encontrarlo ya no me reconocía: era una calavera humana buscando forma de conseguir algún dinero para el crack. Un pasaje lo compongo con su historia y con el de una niña que está devastada por el crack y llega a ofrecerme dinero por cinco reales, también en esa desesperación por conseguir dinero.

—¿Cuál es el contexto de tu roce con los niños de la calle que te llevó a escribir esta novela?

18 de abril de 2013

Presenta Alejandro Reyes la marginación en Brasil

La Razón | 18 de abril de 2013
Por: Carlos Olivares Baró / carlosolivaresbaro@hotmail.com

Adolescentes envueltos en una historia de amor donde la esperanza es una salvación; María y Betinho apuestan por la felicidad
 
La historia de María Aparecida y Betinho. Telón de fondo, un cinematógrafo abandonado (Cine Roma) y las calles de Salvador de Bahía. Amor, desamparo, desesperanza y dolor: horcones que sostienen la existencia de este par de personajes que calan hondo en los sentimientos del lector.

“Viví 9 años en Brasil y conviví con niños, y jóvenes de la calle de Salvador de Bahía. En esta novela recreo muchas de sus historias. Me baso en mi experiencia de labor con ellos, pero me interesaba crear un cosmos que tuviera incidencia universal. María y Betinho pueden ser adolescentes mexicanos, colombianos o peruanos”, declaró para La Razón el periodista y escritor Alejandro Reyes.

La reina del Cine Roma (Mondadori, 2013) está narrada en primera persona con trazados de estilo indirecto: Reyes entrega unos folios en los que la adhesión y el amor presagian la eventualidad de la confidencia. Lenguaje sinuoso que se desborda constantemente en el habla popular de unos interlocutores muy bien delineados en sus gestos dramáticos. Frases que configuran el trasfondo y las secuelas de las duras circunstancias que enfrentan los personajes.

El destino de María Aparecida como prostituta, la separación de los amigos y el reencuentro. La amistad fructifica en la espiral de la orfandad. La búsqueda del sosiego, utopía quebrada por los escenarios que asfixian a este grupo de seres marginados.

Novela ganadora de la segunda convocatoria del Premio Lipp La Brasserie, 2012, por “el aliento universal que muestra el retrato de un grupo de marginados y habitantes de los bajos fondos de Salvador de Bahía, Brasil; así como la textura narrativa que dota a la obra de un universo lleno de intensidades...”, según el jurado conformado por Rafael Pérez Gay, Xavier Velasco, Cristina Rivera Garza y Silvia Molina, entre otros destacados escritores mexicanos. Interesante incursión de un narrador mexicano en los espacios de la marginación en el Brasil contemporáneo. Alejandro Reyes pone de manifiesto sus virtudes imaginativas. Texto que hace un incitante dibujo de la incuria. Gozoso, y también marcado por la cabalgante caligrafía del desconsuelo. Un libro que no deja indiferente a nadie.

16 de abril de 2013

De mi desesperación ante los espacios pequeños y una niña que tiene un cine para ella sola

Letras Explícitas
 
Por Orfa Alarcón

Ahora que todo mundo habla bien de La reina del Cine Roma, ahora que la prensa le pone atención a Alejandro Reyes y que todo mundo alaba su prosa, yo puedo alardear de haber sido de las primeras personas en México que leyó tan extraordinaria novela. De hecho, cuando yo la leí aún no era libro, era apenas un engargolado de hojas blancas tamaño carta, empolvado e ignorado en la oficina de una editorial.

Esa novela fue uno de los mayores hallazgos que hice en aquella época de mi vida, en la que estaba encerrada en una diminuta oficina, pecerita transparente donde el calor se encerraba y el polvo se quedaba perpetuamente a vivir en la alfombra. Por eso en cuanto me asignaron ese espacio no pude descansar hasta dejarlo limpio, y a los quizá más de cien manuscritos ignorados y olvidados por el editor anterior no podía (no tuve corazón) simplemente arrojarlos a la basura.

Me di a la tarea de revisar todo ese material. Aunque ya tengo el callo editorial para identificar rápidamente si un manuscrito:

a) no vale la pena,
b) podría valer la pena o
c) definitivamente vale la pena,

revisar tantos escritos, sin dejar de lado las otras interminables tareas editoriales, resultaba extenuante día con día. Porque claro, no sé cuántos días me tardé, había manuscritos ahí que hacía años debían haber recibido una respuesta, aunque fuera negativa.

El escritor mexicano Alejandro Reyes, autor de la novela. Foto: Premio Literario LIPP La Brassiere. 
El escritor mexicano Alejandro Reyes, autor de la novela. Foto: Premio Literario LIPP La Brassiere.

Y un día vi el título La reina del Cine Roma, me imaginé una novela nostálgica escrita por algún viejito, abrí con pereza el texto, y al leer las primeras líneas perdí todo aburrimiento y quise más. Otra página. Otra. La novela de Alejandro me atrapó desde el primer momento, no podía entender cómo alguien podía escribir así sin que las editoriales nos hubiéramos dado cuenta. No podía creer el descubrimiento que había hecho.

No llevaba ni tres páginas leídas cuando le marqué al autor para preguntarle si aún estaban libres los derechos de su libro. No esperé a terminar de leerla, no esperé a solicitar un dictamen ni esperé a llevar el libro a comité editorial. Le llamé al autor ahí, desde mi pecerita, en ese momento. Claro que no le dije que estaba fascinada, ni que nunca había leído a nadie que escribiera como él, ni que por favor, por favor, por favor, no fuera a irse con la competencia.

Uno no necesita pasar muchísimo tiempo con alguien para poder decirle “amigo”, es más uno no necesita siquiera haberlo conocido en persona. Hemos hablado pocas veces por teléfono, una de las últimas llamadas que le hice fue para decirle que dejaba ese trabajo, me mudaba de ciudad, y que su reina y su Cine Roma se quedaban en buenas manos. También le dije que había dejado todo encaminado para que metieran su novela al Premio Lipp, y que tenía que ganar, no podía haber una novela mejor. Ya saben el resto de la historia: obviamente ganó.

No sé si Alejandro me considera su amiga, ojalá que sí. Yo lo considero mi amigo porque a mis amigos yo los admiro y respeto, porque a mis amigos yo quiero copiarlos, y dicen que la imitación es una de las mayores muestras de admiración.

Y es que Alejandro Reyes ha logrado algo con lo que todos los escritores de este país soñamos: poseer un lenguaje propio. Más allá del ritmo, la anécdota inverosímil y por lo mismo verosímil, la prosa, los personajes y los ambientes, eso del lenguaje propio es invaluable. Una niña suelta la mano de su hermanito y ambos se pierden en las calles. Puede ser el inicio de una pesadilla, pero también el inicio de una obra magistral.

La literatura mexicana ha venido a enriquecerse todavía más con la obra de Alejandro, y ya queremos una nueva novela.


Escritora y editora, autora de Perra Brava (Planeta, 2010). @orfa

13 de abril de 2013

Todo mundo se muere, todo mundo se va

Animal Político | 13 de abril de 2013 | Moisés Castillo

Dicen que cuando cortan el cordón umbilical vas a la deriva durante años y años. Cambio de piel, miedo a vivir. Camino despacio rumbo a la tumba. Sólo queda tu nombre insignificante. Y así es la vida de María Aparecida, protagonista de la novela La reina del Cine Roma, de Alejandro Reyes, ganadora del Premio Lipp 2012 (Mondadori, 2013). La joven prostituta de Salvador, Bahía, Brasil, se dice con hartazgo “es jodido ser mujer y bonita, más aún negra y pobre”, mientras escucha a los hombres que la miran con lujuria “ven acá, sabrosa”.

alejandro_reyes
Alejandro Reyes, escritor.

Todo era culpa de María Aparecida: la muerte de su madre, el alcoholismo de su padre, la desaparición de su hermano Pedrinho, la miseria y la violencia de las plazas. Así pensaba. No había futuro para ella ni para sus amigos callejeros el Maruim, el Calungo, el Melê y el Betinho. La historia de esos mozalbetes fue cortada por la misma tijera, al menos en la parte sustancial. Huyeron de sus casas por la violencia, por la falta de cariño de sus padres. Primero la calle que ser golpeado porque sí.

La reina del Cine Roma no sólo retrata los bajos fondos de esa ciudad brasileña, sino también la forma en que sobreviven niños-jóvenes que sienten que no sirven para nada. En medio de este ambiente desolador surge una historia de amor, un amor impensable y amargo entre María Aparecida y Betinho. Una relación entrañable pero a la vez tormentosa que comienza en el viejo y abandonado Cine Roma, que es controlado por el temible Capitán Gay, un viejo pederasta que hace negocio con los turistas prostituyendo a jovencitos.
Un día terminó la función en el cine. El Capitán pretendía hacer mucha plata con aquella niña que bañadita y arreglada sería la sensación entre los extranjeros. Pero Betinho con una voz agresiva le advirtió al padrote “¡Nadie se mete con ella! ¿Entendió?”. El Capitán sólo se rió burlonamente, sacó un revólver y se lo puso en la frente: “escucha bien, hijo de puta. No te estoy preguntando. Te estoy mandando… no me jodas si no quieres que te meta un tiro y a tu noviecita también. Mañana la quiero lista a las seis”. ¿A dónde ir? Estaban hartos de ser los mismos.

Lejos queda esa escena divertida –quizá uno de los pocos momentos alegres de esta novela feroz- que armaron los integrantes de la pandilla. Un show que montaron en el escenario del cine como si fuera teatro, unos tocaban con chucherías y Maruim y Betinho se vistieron de mujer, cantaron, bailaron, un verdadero espectáculo colorido. Precisamente en ese largo instante a María Aparecida la bautizaron como la reina del Cine Roma. Alguien sacó un churro de mota y la luz de la luna se encargó de lo demás.

La pluma de Alejandro –escritor chilango- está lejos de ser monótona para una historia que destila tanta violencia y sufrimiento. Gracias a su textura narrativa –originalmente fue escrita en un portugués callejero y él mismo hizo la traducción a un español chilango barrial- la novela transita de un camino espinoso a explorar las contradicciones, los miedos e ilusiones de esos jóvenes excluidos y discriminados por la sociedad. Como lo dice Betinho-Roberta: “la gente odia todo lo que es diferente, sabes, como si las diferencias fueran una afrenta personal”. Estamos frente a una novela que nos recuerda que lo único que tenemos para sobrevivir en este mundo de ruina es la esperanza.

La reina del cine Roma-300
-¿Cómo definirías La reina del Cine Roma? Porque es de un realismo crudo…

Es difícil definir una novela porque se le encasilla en una sola interpretación. La reina del Cine Roma es una historia de sobrevivencia de niños que viven y trabajan en las calles de Salvador, Bahía, Brasil. Pero es también una novela que explora las muchas dimensiones y contradicciones del género, una novela en muchos sentidos erótica, y a fin de cuentas una historia de amor. Y sí, se le ha leído como una novela cruda y realista, que retrata el submundo de la vida urbana en Salvador, pero quizás eso habría que matizarlo pensando en los frecuentes cuestionamientos del narrador sobre la verdad y sus propias dudas sobre si lo que escribe refleja fielmente la realidad. A fin de cuentas, ¿existe una sola verdad?

-¿Cuáles fueron los retos literarios para escribir esta novela? 

La temática de la violencia y la marginalidad no es nueva, en Brasil se ha tratado tanto que llega a ser moda, como lo es ahora en México la literatura del narco y del crimen organizado. El gran desafío es cómo escribir sobre estas temáticas sin transformarlas en espectáculo. Porque en el momento que la obra literaria se convierte en fuente de entretenimiento, pierde su potencial cuestionador (y desde luego su calidad literaria).  En ese sentido uno de los grandes retos es lograr involucrar al lector no sólo como observador pasivo, sino como copartícipe en el universo social que da origen a esa violencia y en los dilemas existenciales de los personajes.

Desde luego la decisión de narrar la novela entera en la jerga popular bahiana fue en sí un gran reto. Como explico en la “Nota del traductor (que es también el autor)”, la novela la escribí originalmente en portugués callejero. Para lograrlo pasé mucho tiempo en las calles platicando con la gente y sobre todo escuchando, haciendo anotaciones mentales de jergas, dichos, albures y formas de expresión.

Otro reto importante en el contexto de la literatura brasileña fue escribir una novela con tan fuerte presencia de la ciudad de Salvador a pesar del peso de la literatura de Jorge Amado en el imaginario nacional. Son poquísimos los escritores bahianos contemporáneos que se permiten trabajar con las muchas dimensiones de la realidad bahiana, debido a una suerte de aversión profunda a la folclorización que ha sufrido esa realidad y a las referencias superficiales a la literatura amadiana por parte de las instituciones culturales en aras de la industria del turismo. Y sin embargo esa ciudad es tan intrigante que esa ausencia me parece absurda. Además, se trata de una ciudad muy diferente de la que narró Jorge Amado hace tres cuartos de siglo; una ciudad mucho más desigual, más violenta, más dura, donde conviven de forma mucho más conflictiva las tradiciones y una supuesta modernización que casi siempre violenta a la gente.

-¿Cómo describirías Salvador, Bahía? ¿Es un infierno en la tierra?

Yo no diría que Salvador es un infierno en la tierra. Al contrario, es un lugar pulsante de humanidad. Lo que a mí personalmente me impacta de esa ciudad es la convivencia simultanea entre lo mejor y lo peor del ser humano, la belleza extrema y el horror, la luz y la oscuridad. El fervor de una jovialidad desmesurada conviviendo con un sufrimiento extremo; una alegría muchas veces desesperada. Salvador fue la primera capital del Brasil y el estado de Bahía fue uno de los mayores importadores de esclavos en Latinoamérica en el periodo colonial. La herencia de la esclavitud se manifiesta no sólo en la desigualdad, la explotación y la discriminación, sino también en la resistencia, la profundidad de la cultura afrobrasileña, las religiones, la capoeira, la relación con el cuerpo y una noción muy distinta del tiempo.

Desgraciadamente hay muchos lugares en México y el mundo de pobreza y desigualdad similares, y cada vez hay más. Una de las características más preocupantes de la fase actual del capitalismo es la producción sistemática de una población excedente que no le sirve al sistema. No se trata ya solamente de una población de reserva de mano de obra explotable, sino de personas que ni siquiera como obreros explotados tienen lugar. Y el principal “depósito” de este excedente humano son las periferias de los grandes centros urbanos.

-¿Por qué decidiste que Betinho fuera quien contara esta historia?

La narración en primera persona te permite inyectarle a la novela las ambigüedades propias de la subjetividad. Y creo que las propias ambigüedades de ese personaje permiten crear muchas capas de interpretación. Sus conflictos de identidad sexual, su propia historia personal que orienta sus decisiones y su necesidad de proteger a María Aparecida, las marcas del sufrimiento personal que se reflejan en su narración, su contradicción interna como malandro callejero y su ternura femenina… Su incapacidad de narrar una historia objetiva, sobre todo cuando describe cosas que no vio ni vivió y sólo puede imaginar, como cuando se separan y él está viviendo su propio dilema en Río de Janeiro, me parece que enriquece a la novela y permite diversas interpretaciones.


-Me parece que el tema central es la esperanza. ¿Cómo encontrar y mantener esa ilusión de una vida mejor en un entorno sin oportunidades?   

Imposible dejar de hacerse esa misma pregunta cuando uno ve a los niños y niñas que viven o trabajan en las calles, que sufren tantas vejaciones y que sin embargo siguen luchando y apostándole a una vida mejor. No todos lo logran, desde luego; de hecho la gran mayoría tiene vidas cortas, trágicas y violentas. Pero aquéllos que continúan luchando son una verdadera inspiración. ¿Cómo lo hacen? Ese es el misterio. Es algo así como lo que Camus pensaba sobre el mito de Sísifo: que es imperativo imaginarnos a Sísifo feliz.
-María Aparecida, Cida o Priscila es una joven de tres rostros que siempre espera. ¿Por qué tiene que cargar esta cruz toda su vida?

No lo sé. ¿Por qué hay gente que tiene que cargar cruces tan pesadas? Es lo mismo que Betinho se pregunta constantemente. En general las vidas de los niños y niñas que viven y trabajan en las calles y que han perdido el vínculo con sus hogares y familias son así, compuestas de pérdidas y de ausencia. Supe de un niño con una historia así, que había sido acogido en una ONG. Una joven de clase media lo conoció y le dijo que lo adoptaría. El día de la cita ella no llegó y después de eso él regresó a las calles, se perdió en las drogas y no se volvió a saber de él. Muchos no aguantan el peso de esa cruz.

-Los personajes centrales vienen de familias disfuncionales, violentas, donde el dilema es huir para vivir o quedarse para ser infeliz, ¿el Cine Roma es una especie de refugio para ellos? ¿Existe este cine?

El Cine Roma existe, o más bien existía, en el mismo lugar donde lo describo: un enorme edificio Art Decó con cupo para mil 850 personas, fundado en 1948 y desactivado en 1985. Los habitantes de la Ciudad Baja todavía lo recuerdan con cariño, no sólo por las películas que ahí se proyectaban, sino por los conciertos de rock y de música popular brasileña que atraían a gente de las clases populares y media de la periferia de la ciudad. La novela se sitúa a finales de los noventa y en esa época el cine estaba abandonado y en ruinas, precisamente como se describe. Hace unos años fue restaurado y transformado en iglesia.
Creo que sí, el Cine Roma es un refugio para esos cinco niños que construyen su día a día con solidaridad y alegría de vivir. Pero desde luego hasta eso tiene su precio, y de eso se encarga el Capitán Gay.

-Los personajes son putas, travestis, lesbianas, ¿es una forma de reivindicar a las minorías sexuales en nuestras sociedades? ¿El escritor tiene que tener un compromiso social? 

Creo que se trata de una opción personal y no hay fórmulas sobre lo que la literatura debe ser. En mi caso, no creo en el arte por el arte ni en una literatura preocupada exclusivamente con el mundo interior. Como escritor, no puedo dejar de indagar sobre la realidad que me rodea, sobre todo al observar los horrores cotidianos de nuestro mundo. Sí creo en la literatura comprometida, aunque hay que tener mucho cuidado para no atravesar la frontera que nos lleva a la literatura panfletaria. La literatura no debe dar respuestas ni lecciones ni apuntar caminos; la literatura debe cuestionar, plantear preguntas incisivas sobre nuestro entorno social y sobre todo nuestra condición humana.

-¿Cuál es la escena que te costó más trabajo a la hora de escribir?

En realidad muchas escenas me perturbaron, sobre todo las escenas de abuso sexual. Es muy difícil imaginar lo que puede sentir una niña o un niño en esa situación para quien no lo ha vivido. En muchos sentidos escribir la novela fue una suerte de catarsis que me permitió liberarme del peso de muchas historias que escuché y presencié en las calles.

-¿Cómo fue el proceso de traducción? ¿Se convirtió en otra novela al pasarla del portugués al español? ¿Cuánto tiempo te llevó en escribirla y traducirla?

Como explico en la “Nota del traductor”, lo más difícil fue dar con los criterios para la traducción. ¿Cómo traducir una novela escrita enteramente en un lenguaje popular callejero repleto de jerga y expresiones locales? La opción generalmente adoptada en esos casos es la adaptación a otra jerga y a otro registro popular. Pero la riqueza del lenguaje popular reside justamente en su capacidad de expresar el contexto local como ningún otro lenguaje puede hacerlo, y la realidad más global desde un punto de vista muy particular. Por lo tanto, la adaptación a un registro lingüístico propio de otro contexto traiciona el sentido original. La solución fue crear un lenguaje híbrido que mantuviera mucho del portugués. En muchos sentidos sí, el resultado es una obra distinta. La novela me llevó poco más de seis meses para escribirla, un tiempo muy corto para una novela de ese tamaño. Pero en la traducción me tardé más, unos ocho meses, más o menos.

11 de abril de 2013

Rompeviento TV: Entrevista con Alejandro Reyes

Entrevista con Alejandro Reyes

Share Button
Ofrecemos a nuestros lectores una entrevista con el escritor Alejandro Reyes, ganador del premio Lipp La Brasserie 2012 por su novela: La reina del cine Roma.

Brasil, la infancia y los equívocos de nuestro lenguaje…

Mercedes San Román

La mañana apenas empieza y sobre Alejandro Reyes se cierne una jornada pesadísima: horas y horas de entrevistas coronadas por una ceremonia de reconocimiento en la Brasserie Lipp del hotel JW Marriott. El motivo del evento: presentar frente a la prensa mexicana La reina del cine Roma, su novela más reciente, esa que recibió el premio otorgado por la misma Brasserie Lipp para el año 2012. La reina del cine Roma es una novela brillante que impresiona por su trama, por su temática y por su manejo del lenguaje. En ella conocemos la historia de Betinho y de María Aparecida, dos amigos que se conocen en las calles de Salvador de Bahía, una ciudad en el noreste brasileño. A través de las historias de estos dos personajes, Reyes consigue un retrato redondo de dos realidades atroces dentro de la existencia urbana: el universo de los niños de la calle y otro acaso más temible: el de la prostitución infantil. Lejos de los lugares comunes y de las pretensiones moralistas que suelen arropar estos temas, Alejandro Reyes consigue una expresión literaria muy humana que conmueve y golpea, sin incurrir en expresiones condescendientes.

Un paliacate rojo alrededor del cuello y una taza de café medio vacía son las dos únicas armas que parecen acompañar a Alejandro Reyes frente a las luchas del día. Pero, a pesar de todo, Alejandro sonríe y, además lo hace con una sonrisa perfecta, convincente, haciendo un gesto que podría haber sido dibujado por David Mazzuchelli para alguno de sus héroes, si es que este artista americano gustara de dibujar sonrisas en sus atormentados personajes. Reyes es también un combatiente, un escritor comprometido pero riguroso que siente una pasión vertiginosa para transmitir las voces de esos universos humanos que no suelen ser representados en la literatura.

Así es como transcurre nuestra entrevista una mañana ruidosa en la Ciudad de México.

Primero, la pregunta obligada: ¿de dónde y cómo nace La reina del cine Roma?

La novela surge a partir de una vivencia de muchos años en Brasil. Viví nueve años en este país y durante este tiempo tuve contacto con los chavos de la calle y con todo este submundo que se retrata en la novela. En cada página hay por lo menos alguna referencia, sutil, indirecta, a historias que escuché en Brasil, a vivencias que yo tuve o a algún hecho real. Es la expresión de experiencias, de colecciones de historias que conocí y de muchas lecturas. Están también las visitas que yo hacía al Hospital General que es un verdadero infierno en la tierra. La novela está cargada de todo esto.

Pero  una cosa es presenciar algo tortuoso y otra quererlo contar: ¿de dónde surge esta necesidad tuya de escribir lo que viviste en Brasil?

Yo pienso que hay dos cosas que motivan desde dentro a la hora de escribir: una es la rabia y la otra es el amor. La rabia equivale a una indignación ante el horror que se sufre en este mundo, pero en el caso de La reina del cine Roma, son atrocidades contra niños: niños que desde una edad muy temprana sufren abuso sexual de parte de los familiares, niños que son golpeados, niños que padecen explotación de parte de la policía. Es decir, estamos frente a niños que sufren una letanía de terrores cotidianos y que, además, tienen que tolerar el desprecio absoluto con el que son tratados por la gran mayoría de la sociedad. Estamos hablando de seres humanos que padecen muchos tipos de violencia: por un lado, la física; pero también todas esta formas de violencia sutil y cotidiana en la que pareciera que a todos estos niños que viven en la calle se les retira el derecho a la humanidad. Esto es tremendo e indigna muchísimo; sin embargo, suele ser interiorizado como algo muy normal.

La reiterada incomprensión que padecen estos niños es uno de los temas constantes en La reina del cine Roma

Sí. En este asunto creo que los conceptos que ofrece nuestro lenguaje no ayudan. Si el término “niño” ya es problemático, imagínate lo que pasa con ideas como “niños de la calle” o, como en Brasil, el término pibech. Existen toda una serie de etiquetas que sirven para separar a los llamados “niños de la calle” de los niños “tradicionales”, es decir, aquellos que parecen apegarse a la idea occidental del niño como un ser protegido, un ser que no trabaja y un ser que de ninguna manera está expuesto a la sexualidad. Esta es la fantasía de la infancia; pero, del otro lado, tienes a un grupo de niños cuya existencia no se apega a esto. Y entonces, ¿qué hacer? Tienes dos opciones: puedes alarmarte e intentar, un tanto ingenuamente, buscar un cambio en esta sociedad – sociedad de la que, por supuesto, te beneficias desde una posición de privilegio-; o bien, puedes crear una barrera artificial y decir: – a partir de aquí ya no estamos frente a un niño- . Estas ideas falsas en torno a la infancia en general y, en concreto, en torno a los niños de la calle, están muy presentes en la ideología de nuestras sociedades. Inclusive las ONG repiten el error; “les robaron la infancia”, dicen, cuando tratan con niños víctimas de prostitución o bien con niños de la calle. Es decir: estos niños siguen siendo niños, pero ¿ya les robaron la infancia? ¿Cómo funciona esto?

Es verdad: el planteamiento es ambiguo…

Sobre todo, perverso: si tú vas a las favelas brasileñas te topas con niños que tienen casa, que van a la escuela, que tienen familias, étc. pero que también trabajan en la calle vendiendo chicles, limpiando vidrios o cualquier otra cosa. Estos niños, examinados desde fuera por organizaciones bien intencionadas, se convierten en niños de la calle por el hecho de trabajar ahí. Y entonces, de pronto su situación cambia: en un segundo ya son peligrosos, ya se drogan, etc. y, por lo tanto, para estas agrupaciones, ya no son niños. Esto es un ejemplo de la confusión en que caemos gracias a nuestros conceptos. Si lo que se quiere es atender la problemática, esta situación tiene que cambiar.

Llama la atención el compromiso que tienes con el lenguaje. Esto no es común entre muchos escritores…¿Por qué lo haces? ¿Es una cuestión personal, estilística? O bien por fidelidad a las propias vivencias…

Las razones son estéticas, literarias, pero también políticas. A mí me interesa hablar de las llamadas “realidades marginales”, esas que, paradójicamente, son mayoritarias en el mundo. Me gusta explorar las realidades marginales porque pienso que nos dicen mucho sobre el mundo en el que vivimos y sobre nosotros mismos como seres humanos. Si vamos a indagar en estas realidades, no podemos hacerlo utilizando el lenguaje hegemónico, es decir, el lenguaje del centro. Hacer esto es repetir el error de siempre: proyectar una mirada ajena sobre “lo otro”. El chiste es hablar desde adentro; esta es la única manera de escribir sobre estas problemáticas. Por todo esto traté de clavarme en el lenguaje de las calles: pasé mucho tiempo en estos espacios. Busqué impregnarme con la sonoridad del lenguaje de la gente: coleccioné frases, dichos y formas enredadas de decir las cosas. Todas estas manifestaciones son, además, expresiones llenas de poética; todas tienen un cantar y un ritmo muy bonitos.

Has hablado de la necesidad de tratar el asunto de la violencia a partir de la literatura. Sin embargo, también insistes en que esta violencia retratada no puede convertirse, de ninguna manera, en un espectáculo…

Cuando un escritor retrata la violencia física y lo hace, exclusivamente, describiendo las manifestaciones externas de la misma, fácilmente puede convertir todo  en un espectáculo, pues el lector recibe información desde su posición cómoda, obteniendo diversión, sin ser invitado a un verdadero compromiso. El reto es que el espectador se involucre en el problema como algo que también le compete. Es muy fácil estetizar la violencia; es muy fácil transformarla en un espectáculo propicio para el consumo: es claro que la violencia vende. Pero esto no nos ayuda como sociedad ni como seres humanos. Lo que sí nos ayuda es aquello que de verdad molesta, es decir, cuando vemos algo que nos pega y que no nos deja permanecer sentados con tranquilidad, algo que nos dice: “tú eres parte de esto”.

Llama la atención que cuestionas estas realidades sórdidas y presentas a estos personajes complejos como seres llenos de humanidad; es decir, nunca juzgas las acciones de tus personajes ni asumes una postura condescendiente frente a ellos…

Si la literatura juzga pierde su verdadero potencial. La literatura no está para juzgar: está para obligarnos a cuestionar la realidad. Por ahí va la cosa. Pero este cuestionamiento no puede convertirse en un compendio de respuestas; proponer un juicio significa proponer una respuesta.


Las preguntas que me aquejan son todavía muchas pero en este mundo saturado de categorías, hay una que me molesta como nunca en esta entrevista: la del tiempo. Han transcurrido mis treinta minutos y tengo que terminar la entrevista con Alejandro Reyes. Mientras Alejandro firma mi ejemplar de La reina del cine Roma, emito una última pregunta, una que es obvia pero necesaria: -¿Estás contento por el premio? Directo, sin solemnidades chocantes ni falsas modestias, Alejandro responde con una honestidad escasa entre escritores: – Sí. Lo del premio está muy bien. Uno no escribe para conseguir premios pero éstos se agradecen mucho, sobre todo por la difusión-.

Mercedes San Román


Ciudad de México, 1985. Estudió cuatro años de derecho pero no terminó. En 2008 se matriculó en la UIA para estudiar la carrera de Literatura Latinoamericana. En 2010 ganó el premio ¨Carlos Fuentes¨ en la categoría de ensayo, reconocimiento que concede la Universidad Veracruzana. Uno de sus relatos aparece en Los testimonios, antología literaria y periodística centrada en la ¨guerra contra el narco¨ en la que también participaron Diego Enrique Osorno, María Rivera y Alejandro Almazán. Hace poco terminó la carrera de Letras, comprobando, felizmente, que no es un parásito social. Ahora ayuda a Pac Man en Revista Malinche.

5 de abril de 2013

Narrar una realidad que ha sido excluida de la palabra escrita

“Surge a partir de un sentimiento de rabia” afirma Alejandro Reyes, autor de La reina del cine Roma, y explica que todo tiene que ver con poder contar esa realidad que ha sido marginalizada, inclusive criminalizada


Alejandro Reyes, autor de La reina del cine Roma. | Foto: Gretta Hernández.

Su literatura habla de esos seres que por comodidad hacemos como que no existen: niñas y niños violados y golpeados por sus familias, vendidos, olvidados en la calle sin remordimientos, prostitutas, travestis, drogadictos, gente muy pobre e ignorante, es decir, todos aquéllos que viven peor que esos perros que se pasean por el Parque España orgullosos con sus dueños.

Alejandro Reyes es el vínculo entre la literatura marginal brasileña y México. Por eso resulta extraño llegar a buscarlo al edificio de la editorial, en Polanco, una de las zonas más exclusivas de esta capital. Que en la puerta un póster enorme promocione el más reciente libro de Paulo Coelho. Además, que su novela fuera la ganadora del Premio Lipp 2012, es decir, que sea indirectamente parte de la campaña publicitaria de un restaurante francés, de moda entre los políticos y empresarios de este país.

El movimiento de la literatura marginal brasileña tiene más de 10 años, pero poco se conoce de él en México.

“Es un movimiento muy importante, de autores que vienen de las favelas y las periferias de Brasil, que están escribiendo una literatura totalmente diferente: dura, combativa, fuerte”, explica Reyes.

randomhouse03
FOTO: GRETTA HERNÁNDEZ.

Manual práctico del odio, el primer libro del movimiento de la literatura marginal brasileña que llegó a México, de Ferréz, fue traducido por Alejandro Reyes.

Hoy, el traductor, habla como autor, pues acaban de acomodarse en las librerías cientos de ejemplares de La reina del cine Roma, una vacuna contra las notas de la televisión que hablan de los niños de las coladeras como si fueran lo más normal del paisaje de las urbes.

“El libro surgió de muchos años de vivencia muy íntima con chavos en la calle y todo el submundo que está retratado acá”, dice Reyes. “Todo el mundo de las calles, de la noche, la prostitución, el travestismo, y sobre todo de los niños que están en las calles de Salvador (Bahía, Brasil), en un momento muy particular, que es el final de los 90, inicio del 2000”.

Lo armó con historias que le contaron, con cosas que vio.

“Surge a partir de un sentimiento de rabia, de indignación, y al mismo tiempo de amor”.

randomhouse04

Por ejemplo, Betinho uno de los protagonistas de su novela, dice al principio de la historia: “Una niña linda como ella, toda encogida en este rincón lleno de ratas y cucarachas y apestando a miados con mierda… no debía estar ahí, porra, de veras que no debía, vida del carajo.

Lo bueno es que Dios no tenía la costumbre de andar por esos rumbos a esa hora, porque lo hubiera molido a palos y entonces sí me mandaba a rostizar para siempre en el infierno”.

Betinho se refiere a su compañera de aventuras, María Aparecida, la primera vez que la ve la recuerda como una negrita chiquita. “Debía tener como máximo unos diez años, una lindeza. Estaba dormida cerca de mí, envuelta en un trapo sucio que debe haber encontrado en la calle”.

La reina del cine Roma es considerado uno de los productos de la literatura marginal brasileña. De hecho, primero se publicó en portugués. Háblanos más del movimiento, acá pocas cosas nos llegan desde el underground…

De hecho, la revista Caros Amigos fue una de las que ayudó a impulsar esto, con una visibilidad mayor. Lo que es interesante de este movimiento de literatura marginal es que ya tiene una cierta visibilidad, tanto de mercado, porque algunos autores están publicando en editoriales grandes, esta novela de Ferréz por ejemplo, está traducida en cinco o seis idiomas, en muchas partes del mundo.

Tiene interés académico en Brasil y un interés amplio, aunque intencionalmente está dirigida al propio consumo de las periferias.

“Recuerda que Caros Amigos, con ayuda de Ferréz, sacó primero un tomo dedicado exclusivamente a la literatura marginal, dos años después otro y un año después otro… Esto ayudó. Asimismo existe un fenómeno interesante, los saraos, como tertulias.

“En las zonas marginales no hay casas culturales, entonces lo que hacen ellos es ocupan un bar, y hacen unas tertulias poéticas, políticas, combativas, y con una onda mucho del rap, y del hip hop, y de ahí ha surgido… Es impresionante, uno va a la periferia más lejana del sur de Sao Paulo, barrios muy pesados, y los miércoles tenemos 200 o 300 personas recitando poesía y escuchando poesías en los bares”.

randomhouse02
FOTO: GRETTA HERNÁNDEZ.

-¿Cuál es el impulsor, el dinero?

Es poder contar, narrar, una realidad propia, que ha sido marginalizada, que ha sido excluida, inclusive criminalizada, sobre todo que ha sido excluida de la palabra escrita. En América Latina tenemos una larga historia de colonización lingüística, es la ciudad letrada, el lenguaje normativo que viene como una imposición para nivelar toda la pluralidad polisémica de la multiplicidad (…)

-¿La calle se está apropiando de su lenguaje?

“De dónde viene esto, de una necesidad, de narrar una realidad que es muy dura, que es muy injusta, pero a partir de su propia visión, y no de una visión de afuera que siempre es parcial y distorsionada”.

4 de abril de 2013

Radio Educación: Reportaje

http://www.radioeducacion.edu.mx/el-escritor-alejandro-reyes-presenta-su-primera-novela-en-espanol-la-reina-del-cine-roma-ganadora-del-premio-literario-lipp-la-brasserie-2012

Clip de audio: Es necesario tener Adobe Flash Player (versión 9 o superior) para reproducir este clip de audio. Descargue la versión más reciente aquí. También necesita tener activado Javascript en su navegador.